Noticias de Chile: Fr. Enrique Gómez

Hace pocos días un terremoto de gran magnitud asoló Chile, dejando tras de sí un gran número de víctimas. Fr. Enrique Gómez nos ofrece una reflexión a la luz de esos acontecimientos.

CHILE: UN PUEBLO EN UNA LOCA GEOGRAFÍA

Este año la verdadera cuaresma en Chile no se inició el miércoles de ceniza, cuando el país estaba veraneando y celebrando festivales, sino diez días después, el sábado 27 de febrero a las 03.30 de la mañana, cuando la tierra tembló y a todos se nos hizo vivencial la tradicional fórmula del “polvo eres y en polvo te convertirás”; y en polvo se convirtieron el casi millar de muertos, un sinnúmero de desaparecidos bajo los escombros y tragados por el mar, ciudades desbastadas en sus centros históricos, pequeños y turísticos pueblos engullidos por el hambriento océano, y la red vial de puentes, autopistas y pasarelas literalmente hechas polvo .

El himno nacional de Chile canta en su estrofa: “Y ese mar que tranquilo te baña, te promete futuro esplendor” y en unos minutos ni pacífico, ni tranquilo ni esplendor, sino destrucción, llanto y muerte en mas de 600 kilómetros de costa. Y sigue el himno :” majestuosa es la blanca montaña que te dio por baluarte el Señor” haciendo referencia a las nieves eternas de donde fluyen ríos, manantiales y lagos con sus aguas cristalinas, destino de rutas turísticas dando paso a la incongruencia de ciudades y pueblos rodeados de aguas de montaña y mar y carentes de agua potable, muertos de sed , como si vivirán la travesía del desierto y en Santiago acaparando agua embotellada ,por miedo a la escasez y negocio para las empresas internacionales envasadoras.

En Chile, la nación desarrollada de la América Latina, modelo en el manejo económico y tecnología de última generación olvidamos nuestro pie y talón de barro, el estar edificados sobre una de las placas y cornisas sísmicas más activas del planeta.

De poco sirvió que tengamos más celulares y televisores último modelo para ver el mundial de fútbol que habitantes en el país, porque al cortarse la energía eléctrica caímos en la incomunicación interna y sólo la tradicional radio a pilas era eficaz para poder enviar mensajes a los familiares. Las imágenes dantescas transmitidas por los canales de televisión causaban espanto en todo el mundo, pero eran desconocidas por los propios actores. Su agonía era transmitida al exterior mientras ellos carecían de la ayuda elemental de agua, alimento y techo.

En las reflexiones teológicas, ecológicas, espirituales empezamos a preguntarnos si el hombre y la mujer somos los “señores y dueños de la naturaleza” y por eso la desbastamos y explotamos despóticamente o si nosotros pertenecemos a la madre tierra y ella es la dueña y señora y nos devuelve el trato como una “pacha mama” cruel y destructiva.

En las Eucaristías de ese fin de semana veíamos el rostro de Jesús transfigurado del Tabor orientando nuestra mirada hacia el horizonte de su rostro desfigurado en el huerto, la cruz y el sepulcro. El rostro del “Chile lindo”, de las playas repletas de hermosos cuerpos de mujeres, de festivales, de comidas criollas, se nos quebró de repente por los rostros dolientes, sufrientes, las búsquedas, y lloros de los hijos muertos de esta tierra y sus pueblos desolados y destruidos.

El terremoto una vez más nos ha mostrado el rostro transfigurado de un Chile solidario que se organiza, en ollas comunes, en familias de corazón grande acogiendo a los vecinos, en colectas, teletones y piquetes de autodefensa y el rostro desfigurado del pillaje, el vandalismo, el robo de almacenes y supermercados y el robo del alza de precios en alimentos básicos y en los billetes de locomoción.

Y también hemos visto el rostro solidario de países vecinos y lejanos enviando su ayuda, el rostro de ustedes nuestros hermanos y hermanas de la familia dominicana preocupados, orantes y el de nuestras familias sanguíneas sufriendo con nosotros a muchos kilómetros de distancia.

¿Y que pasó con la familia de la Orden de Predicadores? Será el manto protector de la Virgen del Rosario, la intercesión de nuestro Padre Domingo, o mera suerte, el hecho es que ninguno de los frailes, monjas, hermanas, laicos y jóvenes de la familia, que se sepa hasta ahora, hemos sido afectados personalmente.

El interrogante es si se debe a protección divina o porque estamos situados en lugares, edificios y ambientes fuera de los riesgos habitacionales. O porque de tanto leer el evangelio hemos aprendido aquello de edificar sobre roca y no sobre arena.

Ciertamente que todos nuestros templos han sufrido fisuras, grietas, caídas de imágenes, algunos desprendimientos de muros, pero nada en comparación con otros templos totalmente destruidos y sobre todo en comparación con las casas de adobe de los campesinos y las frágiles viviendas de madera de los pueblos costeros levantadas sobre arena.

Los documentos de pastoral de nuestra Iglesia casi siempre usan la metodología de luces y sombras para hacer el análisis de nuestra vivencia de fe y compromiso. El terremoto de esta magnitud nos hizo ver la fe profunda de muchos chilenos que ante todo dan ¡gracias a Dios por estar vivos! ¡el coraje y el orgullo que sienten de su identidad como pueblo y la decisión de ponerse de pie y superar la destrucción!. Por otra parte la sombra de los desmanes, pillajes, robos nos hace preguntarnos hasta qué punto los valores predicados durante 500 años de evangelización han calado en el corazón de muchos compatriotas o es tanta la rabia acumulada por la injusticia, la marginación, la mala distribución de los bienes, que una vez más el corazón de carne se ha convertido en el corazón de piedra.

Las manos chilenas volverán al adobe y al ladrillo, al martillo y a la madera, al cemento y al hierro, al cobre y a los frutales, para reedificar este pueblo y con el sudor y esfuerzo surgirán las caletas, las casas, las ciudades, los puentes como siempre lo ha hecho a través de su historia trágica de terremotos, inundaciones y erupciones volcánicas. Difícil convivencia la de este pueblo con su loca y hermosa geografía.

Nosotros los hijos e hijas de Domingo , nativos y extranjeros, somos parte de este pueblo y de esta geografía y aquí seguiremos predicando, enseñando, acompañando , consolando y llorando, para poder reír y celebrar la vida de Chile.

Enrique González OP

 

FUENTE: CIDALC


 

 

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